sábado, 7 de agosto de 2010

ROCA INSÍPIDA

Paisaje en Islas Cíes (Galicia)
Foto: Santiago Redondo Vega

Roca insípida, magma,
rescatado del pecio de la luz y el olvido;
Mar y muerte, epístola en grageas,
como canto asimétrico y rodado
de un más allá consciente.

Piel obtusa, varada,
aspereza de roca entre asombro y libertad de párpados
asomada sin merma, ni pudor,
al solaz de unos ojos oportunos.

Vuelta al mar la orfandad
de una textura informe de mareas
a golpe de años-luz y cantería
de sal a lengüetazos.

Arduo y súbito
mar de rocas gritando en estertor
-jadeo en grumos-
de tierra y maremagnum.

domingo, 28 de febrero de 2010

PAPEL EN BLANCO

Foto original extraída de: http://images.google.es/

Con este relato en prosa poética "Papel en blanco" he conseguido el Accesit del "XLIII Certamen Literario La Flor del Almendro" de La Fregeneda (Salamanca).

Amanece despacio esta mañana en la literalidad del papel en blanco. Se despereza el folio en su habitual costumbre, pero hoy bosteza hasta un aroma diferente, entre placentero y natural, sintiéndose más humano quizá, asomado a una postal de intimidad y pájaros, a un olor a campo de textura inasible; como si hasta su ancestral recuerdo de eucalipto herido, le llegara el aroma consciente de la flor temprana –blanca y limbo- que se acurruca de espesa neblina entre los árboles.

Él no lo sabe a ciencia cierta -papel apenas, dormilón y disperso- pero estoy seguro de que ha podido presentir que voy a garabatearle, sobre sus espaldas de prensada celulosa, la magia fronteriza con que se cuelgan de febrero los almendros.

Se hace húmedo su tacto entre mis manos, previniendo una lágrima de ternura o de lujuria, por la retrospectiva de sus dos centímetros de margen -párpados únicos- que le dotan de vida y sentimientos. Tiene alma este papel, os lo aseguro. Y está feliz ante la perspectiva de albergar en su vientre, albo y lúdico, la sensación de una palabra limpia que deambule sus calles invisibles, hablando –hoy como nunca- de la belleza intrínseca que es contemplar la paz de un campo verde, alfombrado de magia y poesía, remendado de muérdago; un campo acostumbrado a la imaginación que se hace flor de inercia en el desnudo añil de los almendros.

Amanece -sin prisa- un frío de febrero atemperado y cónico, al socaire de esta Tierra de Fresnos, rocío en blanca hilera, cobijando la luz que remienda sus campos de puntadas sin hilo, de botones y ojales, de corchetes y límites; y todo envuelto en un blanco silencioso, siempre blanco, pespunteado en el verde de sus verdes caminos; sucinta cremallera que aúna los perfiles de un mapa charro y luso, abrochando su piel engalanada de cielo fronterizo con alma milenaria de Abadengo.

Fluyo por el Duero a bordo de esta barcaza que me amó en Vega Terrón y me desamó en Oporto. Mientras El Águeda, envidioso, me mira por encima del hombro y se sonríe, con una mueca de curso despechado, de agua insolidaria y resentida, como haciéndome entender que fue mi condición de hombre, y no la suya de cauce, la razón de esta pena que hoy remansa mi agua en abandono.

Busco la magia entronizada en el regazo curvo de Las Arribes, donde rumiar la pena herida de mi hombría, donde enmendar mis ojos con sus cortados de estrépito. Jamás se supo nunca de hombre que no quisiera sentirse río, tan fiero y serpenteante, como el discurrir vital de esta andadura. Aunque por estas aguas, ya hembras, no ideara Machado en bautizarlas con nombre de mujer esbelta y curvilínea, que hubo de ser en la Soria de un Duero en adolescente esbozo cuando pensó en ungir su nombre con alma plateada. Pecado de juventud, probablemente. Que la naturaleza –si puede- se mienta y le perdone.

Fregeneda vivaz, labios en flor y boca de naranjo, mestiza y legendaria, concupiscente y niña. Campo abonado al tiempo del deseo, pechos de almendra, pétrea cintura y esbelto pubis florecido de calma.

Tierra de labor donde amasar trabajo y enraizar la flor de la esperanza, donde blandir septiembre en el vareo, donde entablar oficio y consolarse con la almendrada búsqueda del blanco, inasequible y único.

Y vuelve hasta el papel expectante la mano que pretende atesorar sin merma este imposible, que lo pretende al menos, buscando en el trasluz de una página web, de una foto hierática o de un golpe de memoria, el recuerdo improbable que le emerja hasta el almendro y sus conjuros, hasta sus flores y sus aromas, hasta esas tierras charras con nombre y apellido.

Pero todo es quimera. Que me absuelva el papel si me condeno al sur de la derrota. Porque esta mágica insistencia, en pos de la textura del blanco de la flor que endeuda a los almendros, sólo puede plasmarse con palabras cuando se comparte su paisaje de viva voz y en el lugar exacto de su existencia. Estar allí y sentir, y oler, y mirar, y admirar. Y luego -si se conservan fuerzas todavía- tratar de hablar del blanco desde este recodo blanco que endeuda al infinito.

sábado, 13 de febrero de 2010

NUCLEAR INSTINTO



Acaece en la tierra de mi tierra aprehendida,
de la emoción del pan y la intuición del trigo,
del queso, de la herrumbre, de las calles sin sombra,
del allanado erial y el soportal convulso.

En el censo vacío de la orfandad presunta,
en el hueco del aire que tiembla y vocifera,
en la madre de todas las madres que he querido,
en el quicio paciente del estertor del habla.

Por futuro nos piden enterrar la sustancia
de la energía infecta y el nuclear instinto
en el seno incunable del alma de esta tierra
que se muere a momentos y a momentos renace.

El futuro no es hijo del hijo de la infamia
que permanece inmóvil rumiando su latido
abiertamente culpo, y destructor y engendro
del eructo en que abrasa y del sol en que perece.

Los residuos del éter que los albergue el éter,
su basura es un magma prosaico e infinito;
ni es amor, ni es futuro, ni es deber, ni es sustancia,
es sólo soledad, es miseria y es látigo.

No me atrae la calma del suelo envenenado
en estertor de dudas y en hormigón envuelto
como un regalo avieso que en bumerang devenga
y nos nuble la voz o nos niegue los ojos.

Que mil años y un día ya es bastante vacío
en dolor del esta tierra con paciencia de santos;
si el futuro es la muerte, que la muerte nos halle
con las manos negadas, pero blancas y limpias.

Y si el aire se nubla con migajas de miedo
que se palpen los bolsos quienes firman decretos
y avergüencen sus rostros de dejadez etrusca
al ver como se rifan sus pueblos la miseria.